Expectativas de una maternidad consciente

Iniciar el año se siente como abrir un cuaderno nuevo. Tomas la portada con cuidado, abres la primera hoja con delicadeza y te detienes frente al blanco impecable, listo para llenarse de palabras. Piensas antes de escribir, intentas que la letra sea bonita, que no haya errores ni tachones. Cada detalle importa, porque quieres que esa primera página luzca muy ordenada y perfecta.

Pronto llega la segunda página, y sin darte cuenta escribes más rápido. Ya no piensas tanto antes de plasmar las palabras, la letra no tiene la misma perfección, pero sigues escribiendo. A la tercera página, aparecen los primeros errores de ortografía; en la cuarta, haces tachones que preferirías no haber hecho; y para la quinta, el apuro borra la claridad y el orden. De repente, el cuaderno ya no parece tan especial. Lo miras y simplemente avanzas. Te acostumbras a ir página tras página, con errores, tachones, y a veces sin entender muy bien lo que has escrito.

Para muchas madres, así se sienten los primeros días del año. Empezamos con entusiasmo, llenas de intenciones y deseos de hacer las cosas diferentes. Queremos una maternidad más consciente, más plena. Pero con el paso de los días, llegan otra vez los pensamientos intrusivos, el desgaste emocional, las listas interminables de tareas, las exigencias de los «deberías», las necesidades insatisfechas. Y, sin darnos cuenta, volvemos a esa rueda frenética de hacer, hacer y hacer. De dar, dar y dar.

Pero dar agota, sobre todo cuando no nos damos a nosotras mismas. Cuando no nos sentimos sostenidas. Cuando existe un vacío, un vacío interno que nos grita en silencio y no sabemos cómo llenarlo.

Entonces, viene el giro necesario: mirar hacia adentro. Entender que ese vacío no lo llena lo que hacemos, lo que compramos, lo que organizamos. No lo llenan los libros, las rutinas, ni los platos de comida preparados con esfuerzo. Porque la transformación no va de afuera hacia adentro. Va de adentro hacia afuera.

Se trata de sentirme, para sostenerme. De amarme, para amar.

Este año no tiene que ser un cuaderno lleno de tachones. Puede ser un espacio para escribir desde el corazón, sin importar si las líneas son perfectas. Porque lo importante no es la perfección, sino la autenticidad. Esa que tanta falta nos hace.

¿Y si este año lo empezamos diferente? ¿Si nos miramos con la misma ternura con la que miramos a nuestros hijos? ¿Si aprendemos a sostenernos antes de intentar sostenerlo todo? ¿Si nos dejamos acompañar para acompañar desde la honestidad?

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