- Pum pum, ¿hay alguien ahí?
- Sí, soy yo.
- ¿Qué haces ahí?, ¿porque todo está en silencio?
- Me estoy escondiendo.
- ¿De quién te escondes?
- De la bulla.
- ¿Que bulla?
- Esa que está ahí afuera y que no me deja escuchar.
- Y, ¿a quién quieres escuchar?
- A mi intuición.
Así se siente la maternidad a veces, como un intento constante de seguir el instinto más profundo que tenemos las madres. Es como tratar de hablar mientras el ruido invasivo de afuera interrumpe una y otra vez, sin dejar espacio para escucharnos, para sentirnos, para ser.
Cuando el ruido es muy alto, los pensamientos se escapan y los sentidos se bloquean. Se siente como si el caos del exterior lograra ahogar la calma interior, o como si ese ruido reflejara el caos que llevamos dentro.
La sociedad tal y como está estructurada, no cuida a las madres. Y como si fuera poco, tiene una forma muy peculiar de interrumpir los procesos maternos; nos lanza expectativas, opiniones, comparaciones y juicios que muchas veces disputan con nuestro ego y tocan nuestras heridas más profundas. Esas que ni siquiera sabíamos que existían.
Y es ahí, en medio del dolor, de la inquietud, de la agitación, de la necesidad de controlarlo todo y de ser aceptadas o reconocidas socialmente; cuando se va ahogando esa voz interior que nos guía, «el instinto».
Entonces buscamos fuera lo que deberíamos encontrar dentro. Buscamos manuales, pedagogías e instructivos que nos digan como debería ser o hacer. Y en el intento de seguir al pie de la letra esos consejos, esas teorías, porque así dicen los expertos, nos desconectamos y nos perdemos.
Soltar los ideales, las teorías, las creencias, los patrones, los mandatos y entregarnos al instinto, al silencio que nace desde adentro y al sentir auténtico, nos hará libres.
Es en ese punto, cuando el silencio cobra importancia, para dar tiempo y espacio a los procesos. Para encontrarnos a nosotras mismas y para que esa intuición que parecía dormida despierte.
Cuando ponemos paz en nuestro interior, nuestro exterior reflejará esa paz. Y el ruido cesará.
Y cuando el ruido se apague, nuestro corazón se encenderá.
Felicidades Carito es enriquecedor leerle. Dios le bendiga