El amor tiene que ser la motivación

Mientras escribía cada palabras de este artículo me planteé la siguiente pregunta:

¿Realmente todas las mujeres deberíamos ser madres?

Al responderme, pensé en las siguientes experiencias que algunas mujeres hemos vivido en una o en varias ocasiones:

Llevamos meses y hasta años intentando ser mamás y no lo logramos.
Nos preguntan constantemente: ¿para cuándo el hijo?
Nos hemos entregado en cuerpo y alma a la maternidad.
Nos arrepentimos de ser mamás.
Dijimos ¨yo no quiero¨ pero fuimos sorprendidas.
Deseamos tanto ser madres, pero atravesamos duelos.
Estamos gestando una vida.

A ti, a mí, a ella y a todas las que hemos vivido alguna de estas experiencias las abrazo y si me pidieran que diga algo, solo diría: ¨dejemos de pensar tanto y empecemos a sentir más¨.

Las mujeres estamos programadas biológicamente para ser madres, pero desde mis creencias, no todas deberíamos serlo. Pues pienso que, hay algo más que la biología y el deseo de convertirnos en madres. Algo que es tan grande e intangible, que supera la creencia de que las mujeres deberíamos asumir la maternidad como «un rol» o que las mujeres debemos satisfacer mandatos sociales, como por ejemplo: «ser mamá, nos hará sentir realizadas», «ser mamá por tener compañía» o «ser mamá porque así nos dicta la sociedad».

Entonces, la decisión de ser o no ser mamá debería ser tomada desde una motivación profunda. Una motivación que sobrepasa nuestras creencias y se sumerge en las profundidades de nuestro ser.

Y, ¿cuál es la motivación?

En un mundo donde la decisión de ser o no ser mamá es tergiversada, confundida, juzgada y hasta presionada: el amor debe ser la motivación.

La motivación que nos propone cuidarnos para cuidar, acompañarnos para acompañar, sentirnos para sentir y sobre todo, buscar sanarnos para entregarnos a la maternidad.

El AMOR como una bonita palabra de cuatro letras, un profundo significado y un gran sentir, nos incentiva a que amemos a una nueva vida e incluso más que a nosotras mismas, pero no desde el discurso de ¨madre abnegada¨. Pues un niño o una niña no necesita una mamá sacrificada, necesita una mamá que se ame así misma para que le ofrezca un amor incondicional.

Si bien, el amor es la motivación: ¿cómo sé que estoy preparada para tener hijos y amarlos?

Considero que todo empieza con la toma de consciencia de uno misma, de la historia de donde provenimos y de nuestras necesidades. Todas o casi todas arrastramos historias de desamparo emocional, que al pensar en si ser o no ser mamá, nos puede provocar sensaciones de miedo, presión o de ausencia de libertad.

Para prepararnos necesitamos conectar con el amor, la paciencia y la confianza:

Conectar con el amor hacia nosotras mismas, para mirar nuestras heridas, sanarlas y entender a la maternidad como un proceso de crecimiento personal. Reconociendo que, a pesar de que existan momentos complicados nos comprometemos a dar lo mejor de nosotras.

Conectar con la paciencia para comprender que sanar nuestras heridas tiene su proceso. Así como, aceptar que el embarazo llega en el momento preciso y la crianza tiene sus propios ritmos.

Conectar con la confianza, para abrazar nuestra sabiduría femenina, atender a nuestra intuición, sentirnos capaces de dar lo que nuestros hijos necesitan y reconocer que nuestro cuerpo es sabio y nuestros hijos son sabios.

Entonces: ¿Debo ser o no mamá?
La respuesta la tenemos nosotras: dejemos de pensar tanto en lo exterior y miremos más nuestro interior.

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