Mi historia de parto

Historia de parto

15 días de pródromos, 2 falsas alarmas, 26 horas de dilatación y 4 pujos.

Fue el trabajo y esfuerzo que tomó acomodarse a dos cuerpos que estaban en uno solo; para CONOCERSE y empezar una NUEVA VIDA.

Antes de contar mi historia de parto, les diré que decidí: «PARIR EN CASA»

– ¡Estás loca! – (me dijeron)

Siete meses atrás no sabía lo que significaba un parto en casa. Pero, me rehusaba a sufrir violencia obstétrica y ser intervenida en una clínica de Cuenca en dónde la mayoría de partos son cesáreas y muchas innecesarias. Además, deseaba que Olivia naciera a través de un parto natural y armonioso.

-¿Porqué esa decisión? – (me preguntaban)

El primer trimestre fui paciente de una ginecóloga en una clínica de Cuenca. Cuando me hice la primera ecografía, los resultados mostraron la arteria uterina derecha con una inflamación. Lo que indicaba una supuesta preclamsia. Por lo que me recetó tomar pastillas durante todo el embarazo.

Le pedí que nos apoyemos de alternativas naturales y su respuesta fue: «Usted cree lo que dice en internet, le voy conociendo. Si no toma el medicamento usted y su hijo morirán»

*Esa noticia y sus palabras carentes de empatía fueron muy fuertes para mí. Tuve miedos, sentí culpa e incertidumbre.

En la búsqueda de una segunda opinión, encontré el Centro Perinatal «Madre Luna». Ahí conocí a Susana, quien me brindó confianza y me ayudó con un tratamiento natural, además de apoyo y asesoría a nivel físico y emocional.

Para la segunda ecografía ese indicador había desaparecido. Y la salud de mi hija y la mía estaban muy bien.

*Lo mejor que hice en aquel momento, fue cambiar de ginecóloga a una matrona.

Ahora, me traslado a la semana 37 de gestación, cuando empezaron los pródromos (falsas contracciones) con un dolor un poco intenso que duraron 15 días en el horario de 6 a 11 pm.

Por dos ocasiones pensé que iniciaba labor de parto. Eran falsas alarmas.

Y esto apenas empezaba …

EL PARTO: «Dos cuerpos en uno»

Llegó el 12 de julio, eran las 11pm y las contracciones eran más frecuentes. Preferí esperar avances antes de avisar.

Los dolores no me dejaron dormir. A las 2am del 13 de julio llamé a Susana, mi matrona y a mi esposo Sebas (que estaba en otra ciudad) para que llegarán a casa. Mi instinto me dijo: «ya no es falsa alarma».

Había iniciado la fase latente y en compañía de Sebas intentaba descansar, ponerme en 4 puntos, darme un baño, comer, recibir masajes y hacer respiraciones para aliviar el dolor. Pero la dilatación no avanzaba, a las 10am apenas había dilatado 1cm y el cervix no estaba alineado.

Llegó las 4pm, Susana nos revisó. Las pulsaciones de Olivia estaban muy bien, mi cérvix se alineó y la dilatación llegó a 6cm. Pero, Olivia cambió a posición posterior (que significa que está con la espalda hacia atrás, con mi espalda, y su cabecita mira hacia delante).

Está posición dificultaba su descenso y hacía que el periodo de dilatación sea más largo y las contracciones sean más fuertes.

Continuaba en fase activa, parecía que el tiempo se detenía, mientras las contracciones me hacían retorcer del dolor. Sebas, que fue mi guardián de parto, tomaba mis manos, en cada contracción me masajeaba, me sostenía, me abrazaba, bailaba conmigo al ritmo de una música sutil. Limpiaba mis lágrimas, me daba ánimos.

* Nunca antes había sentido ese amor de pareja, ese amor que contiene y que es fortaleza. Y yo, en medio del dolor, lo amaba más que nunca.

Cayó la noche, nos alumbraba una lámpara, el dormitorio olía a esencia de albahaca. Y yo recibía abrazos que me daban fuerza: los de mi esposo, los de mi suegra, los de mi matrona. Sentía que ellos luchaban conmigo y con Olivia. En ese momento también nos acompañó el equipo de Susana: María José (pediatra) y Fanny (doula).

Eran más de las 10pm, afuera se manifestaba la luna llena en su máximo esplendor y adentro estaba yo, dando mi mayor esfuerzo. Recibiendo a la luz de las velas un abrigador y relajante baño de agua caliente en tina.

* Me sentía en plenitud, en paz; cuando de repente el dolor de una nueva contracción se apoderaba de mi.

Estaba de regreso en la habitación. El Sebas junto a mi, en intimidad, abrazados. No dejaba de sostenerme. Mi cuerpo se desvanecía, parecía que me desmayaba y le escuchaba decir: «ya casi llegamos a la cumbre».

Había dilatado hasta 10cm, sentía que la puerta estaba abierta para que naciera Olivia. Intenté pujar varias veces, pero no descendía, ¿que pasaba?, en medio de mi llanto de dolor e impotencia, me seguía preguntando ¿porque no quiere salir?. ¿Que pasa?

«Perdón», pedía a Olivia. Porque ya no daba más, me rendí, sentí que había perdido las fuerzas y que no podía ofrecerle un nacimiento tan natural como lo había deseado.

El dolor hacía que pida «epidural», luego «cesárea». Y lloraba.

Hasta que en medio de los abrazos de consuelo escuché: «quiere ir a la clínica». Y acepté.

Llegamos a la clínica, no recuerdo cómo fue el trayecto. Estaba un poco perdida.

Volví a mí cuando las luces del lugar chocaban sobre mi rostro, los médicos me hacían preguntas y yo, pedía a gritos: «pónganme epidural».

– No, ya está en dilación 10. – Respondió la médico.

– Entonces hágame cesárea. – Gritaba mientras me retorcía del dolor.

En ese momento, la médico me revisó y la cabecita de Olivia estaba casi afuera.

– No puedo hacer cesárea, la bebé está casi afuera. Solo debes pujar – Me respondió.

Y me llevaron a la sala de parto …

Sebas, Olivia y yo.

Aquí empieza otra historia, a la que he titulado:

«LAS DOS CARAS DEL PARTO»

Mientras en casa todo lo que vivía era en armonía y calma, en la clínica los médicos parecían estar apurados.

Mientras en casa la matrona pidiéndome permiso y con sutileza me hacía tacto, en la clínica los médicos abrían mis piernas e introducían con fuerza sus dedos.

Mientras en casa respetaban mis decisiones, en la clínica se hacía lo que los médicos querían.

Mientras en casa sentía el amor de mi esposo y su compañía, en la clínica no le permitían entrar sino cumplía con ciertos requisitos.

Mientras en casa me decían «haz lo que sientas que necesitas» en la clínica los médicos me gritaban «puja, puja, puja bien».

Y al cuarto pujo, sentí como Olivia atravesó el anillo de fuego y hubo alivio.

Era la 1am, del 14 de julio. En ese momento colocaron a Olivia sobre mi vientre, pedí que la dejarán reptar hacía mi pecho. Lo permitieron.

Nos sentimos mutuamente, piel con piel. Ella se impulsaba con sus piernitas esforzándose hasta llegar a mi pecho y lactar.

Fui su refugio.

Hicimos apego precoz por más de 30 minutos. Nos reconocíamos.

Y afuera estaba Sebas esperándonos para recibirnos amorosamente y darnos la bienvenida, para empezar una NUEVA VIDA, una NUEVA HISTORIA.

Por: Carolina Román Sanmartín.

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